martes, 18 de septiembre de 2012

REFORMA LABORAL: ¿TRABAJADORES DOMESTICOS O GATOS?

La iniciativa preferente para reformar la Ley Federal del Trabajo que presentó el presidente Felipe Calderón, como todos sabemos ha generado diversas reacciones, desde las claramente lambisconas de legisladores del Partido Acción Nacional hasta la de rechazo tajante por parte de quienes sienten amenazados sus intereses, como es el caso de dirigentes sindicales.

Por ejemplo, los diputados federales panistas por Tamaulipas hicieron una  defensa irreflexiva de dicha iniciativa.  Sin conocerla realmente a fondo adelantaron su voto positivo por la única razón de que fue presentada por Calderón. 

Casi todas las posturas son entendibles en razón de que hay intereses de por medio, que las partes pretenden proteger.  La controversia desatada se puede comprender fácilmente bajo esa perspectiva.

Sin embargo, hay un aspecto que esa propuesta  pretende reglamentar que, de algún modo, de manera implícita, muestra el talante conservador y en consecuencia discriminatorio de su promotor.  Una parte de esa reforma evidencia su percepción de que hay un grupo de trabajadores que le merecen una categoría personal y laboral de segunda.

La proposición del presidente incluye regular las relaciones laborales entre las personas que realizan servicio domestico y sus patrones.   En particular establece las condiciones de trabajo en los casos en los que quien presta realiza servicio domestico también vive en casa de su empleador.

En  artículo 333 de la iniciativa señala que los trabajadores domésticos “que habitan en el hogar donde prestan sus servicios deberán disfrutar de un descanso mínimo nocturno de nueve horas consecutivas, además de un descanso mínimo de tres horas entre las actividades matutinas y vespertinas”

El texto no  deja ninguna duda sobre la duración total de los descansos propuestos en esta parte de la reforma laboral.  Felipe Calderón  propone ni más ni menos una jornada diaria de trabajo de doce horas para este tipo de trabajadores. 

Si quienes se emplean en el servicio domestico –la servidumbre como les gusta llamarle a quienes se sienten con una categoría social muy por encima de aquellos que se encargan de la limpieza de su casa- siempre han sido la parte más vulnerable de los asalariados, la reforma calderonista pretende institucionalizar  el trato abusivo e  indigno que muchos cotidianamente reciben.   

Esa jornada de trabajo específica que implícitamente dispone la iniciativa preferente del presidente, parece influida por la mentalidad de los ricos del siglo XIX.   No puede pensarse otra cosa que es producto de una mentalidad retrograda.  Parece ideada por quienes sin reparo alguno se han de referir a los trabajadores domésticos como “sus gatos”.

No es posible que se pretenda dar una condición menor como personas a quienes se ven obligados a vivir con sus patrones, incluso con el riesgo cierto de verse envueltos en la dinámica de la familia.

¿Dónde queda el concepto de la dignidad de la persona humana que tanto presumen defender en el PAN?

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